Eugenio Sánchez Salinas: El primer animal de lo invisible

LAS PALABRAS PUEDEN SER PIEDRAS
(ARS POÉTICA)
Yo te he cambiado el silencio
Tu silencio ya no es ese silencio de antes que se parecía a los
       gatos sentados de espaldas encima de las tapias
ese silencio que podías tener entre las manos como una taza o
       un pájaro usado:
o cualquier otra reliquia, o cualquier otra quietud
Ya no es tuyo ese silencio
ahora es más un silencio como de antenas en los tejados o de
       grúas paradas a lo lejos
es más ese vacío y esa aceptación del vacío
y la soledumbre de no sabes qué, de no sabes quién
Yo puedo hacer que salir de la cama sea de lo único que salgas
       en muchos meses
y que observes cada día como el tiempo se te va cayendo cada
       vez más claramente sobre los ojos
y los infla hacia delante en los espejos, para mirar más de cerca
       a quien hay que ir acostumbrándose a mirar más de cerca
Yo sé que todos los hombres tienen miedo a recordarse
Yo conozco el nombre de tus muertos y tus muertes y sé
       deletrearlos, murmurarlos muy despacio y muy adentro
       de las horas
para que camines por la resina de las tardes con el espasmo
       impasible del espanto que tienen las máscaras griegas
para que afuera sea viernes o cualquier otra cosa y te dé igual
porque estarás mirando como si tuvieras nidos vacíos en los
       ojos
como si tuvieras mucha tristeza en la boca y no pudieses
       masticarla
mucha tristeza de no sabes qué, de no sabes quién
Yo sé cómo conseguir que renuncies a contemplar las coordena-
       das de la luz, para que traces para mí las coordenadas
       de la luz
y que renuncies también a ver cómo la noche empieza a hacerse
       en los grillos:
esa otra manera de gotear el silencio, esa otra persistencia del
       silencio
Yo puedo hurgarte muy hondo y llegar a la índole de tus centros
para decirte que no hay la suficiente nada allí
para que digas muy alto todo eso que ni siquiera tú mismo
       quieres saber de ti mismo
Yo quiero que digas tus palabras y te rompas
Yo quiero que digas la única palabra que te rompe y que aún
       desconoces
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Eugenio Sánchez Salinas fue nacido en la aldea de Cañada de la Cruz (Murcia, 1980). Es hijo de pastores, hermano y sobrino de pastores, nieto, bisnieto quizá. De niño, en una casa sin libros, madre Alfonsa Salinas y tío Miguel Salinas le enseñaron que el verdadero nombre de las cosas es el nombre que las cosas se dan a sí mismas. Él trata de recordar esto cuando escribe.
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