Rafael Espinosa: El vaquero sin agua en la cantimplora

Las importaciones

Es enternecedor por las abejas
y su música evangélica
pero al cabo resulta tonto
alegrarse porque se incrementaron
las ventas de miel al extranjero.

¿En verdad crees que valga la pena
otra hiperproductividad que la del sexo?
Yo lo veo así. La vida es como una interminable helada y un deshielo breve,
donde se pasa del bloqueo creativo a los pensamientos y la idea voladora
siempre se dirige a acariciar otra anatomía.
Entonces nacen los sentimientos,
semejantes a escuchas telefónicas
donde espiamos al mundo:
sentimos a los árboles ser derribados,
los sentimos caer sobre las poblaciones
como bombas de racimo
y al viento guardar esos infantes.
Puede ser terrible esperar al cuerpo
a tocar sin descanso. Hace frío
y podemos refugiarnos en cualquier vertedero,
hasta confundirnos con papelería.
El juego de la orquídea y la abeja
por multiplicar las plantas epífitas
no nos despertará.
A mí me ocurrió que aguardando
arrojé tantos guijarros por los farallones
que terminé por hacer una vida.
Mientras, Pietro se camuflaba
tras la oferta respiratoria
soñando con los muslos de los corredores
sudorosos en los parques.
¿En realidad distingues entre
un pensamiento y segregar cera?
¿En serio crees que los viejos aman
y el perdón no nace
de ser insaciables en el sexo?
Un poema y su lector son insaciables.

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Rafael Espinosa nació en Lima, Perú, en 1962. Ha publicado más de una decena de poemarios: entre ellos, Fin (MURA ediciones, 1997), Geometrías (COPÉ, 1998), Amados transformadores de corriente (Álbum del Universo Bakterial, 2010) o El portapliegos (Librería Inestable, 2016). En España publicó la antología País imaginario (Kriller71, 2014).
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Disponible: 10,40 euros
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