Víctor Martín Iglesias: Cómo hemos llegado a esto


AUTORRETRATO

 Podría resumirse en que a mis veinte años
me mordía las uñas todavía. Y enumerar errores
y aciertos. Pero no tendría mucho sentido.

Empecé a escribir a la misma edad que todos.

Aunque tengo buena memoria existen
pasajes confusos o desaparecidos:
más debidos, lo confieso,
al exceso que a otra cosa
debió de ser sobre los doce años,
cuando me arrepentí por última vez de mis pecados.

Ninguna de mis ansias amansó la música,
más bien diría que en algunos casos
las fomentó hasta límites insospechados. De los amigos,
bien, gracias, gasto todo mi dinero
en billetes de avión y en autobuses.

Aprendí de mi padre los rudimentos
de la bicicleta y las primeras lecciones de literatura.
Y entre los castigos de la escuela y una novia
que me enseñó casi tanto como los poemas
me vi envuelto en la publicación
de un panfleto adolescente e incendiario.


Quiero bien a Glenda y espero la muerte de Cupido.
Roberto Bolaño, Piglia, Nicanor Parra,
Peña, Hidalgo, Latinoamérica…

Como ven, cumplo bastante bien la media.

***
Nací en Plasencia, Extremadura, en 1985. Desde entonces he venido haciendo, en general, todo lo que se supone que debía hacer, así que mis padres no se avergüenzan (demasiado) de mí. He cambiado de casa doce veces en los últimos doce años, hablo algún que otro idioma extranjero por aquello de haber vivido fuera y tengo un par de títulos universitarios relacionados con la literatura. De momento, he conseguido darle esquinazo a la docencia y el funcionariado y, en espera de otra más alta vida (pecuniaria), sobrevivo escribiendo artículos sobre música en Código Nuevo y crónicas de conciertos para Solo Rock.  El libro que tienen ustedes entre manos se publicó por primera vez en la editorial Casavaria Publishing de Nueva Jersey, Estados Unidos, en 2010. Además de esto, poemas míos han sido recogidos en algunas antologías y libros colectivos que ni fu ni fa. Soy Premio Nacional en perder el tiempo y juego a posponer constantemente mi segundo libro, empeñado en llamarse Suplicaréis clemencia.  No tengo blog.
Tampoco los leo.
***
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