Puntos de vista
1
En este paisaje
las nubes van quedando abajo.
Aparece y desaparece
una vida en miniatura.
Si me lo propongo,
este espacio puede ser mi hogar.
La calidez no se pierde
a pesar de los roles.
Hasta podría cuidar una planta
de interior presurizado
a diez mil metros de altura.
Viviría más tiempo
que las plantas de la tierra;
el viento le resultaría un monstruo.
2
Me traslado a lo que podría ser
una miga de pan en el mapa.
Viaje de un espacio a otro
pero viaje en el tiempo: todo es colonial.
El mar será el elemento uniforme,
una pizca de “soy siempre la misma”.
No se puede fumar con tanto sol.
Todo es verde y gotea,
inunda los ojos que se agrandan
con cada insecto que aparece.
Paseamos y te cuento
de la vez que alimenté cangrejos
con galletitas Toddy.
Terreno extremo, con altibajos
y vegetación rarísima.
Por fuera de esta mole
nos acecha el mar.
Al pie de las olas se respira distinto:
he aquí el corazón, pero
¿cuál es la sangre de una isla?
3
A veces, una persona
es un cuerpo lleno de arena
que adquiere el gesto
de la preocupación
y no logra salir de ahí.
¿Qué forma tomar, ahora
que ya no tengo bronca?
No se distingue entre el nublado
y este color de cielo atardecido.
Se ha dicho: lo más difícil
de ser feliz es darse cuenta.
De a ratos, soy la carne
que el mar sala a cachetazos.
El viento parece escupido
por la boca de un dragón.
4
Tender la ropa
como quien se alza políticamente.
Colgar las sábanas, plantar bandera.
Ser la nueva, la recién llegada,
asentarse; delimitar espacios
con paredes blancas que mueve el viento.
5
Viene y enseguida se va
trayendo caracoles:
huesos, en cierta forma.
Pienso en la última vez
que me fui de viaje.
Cuando volví
todo estaba muerto y roto.
Al instante se cortó la luz:
las plantas, el escalón, tu sombra,
nada de eso existía.
6
Dos manos
con un puñado de agua
se dicen dueñas del mar
en una forma minúscula
que también excede.
7
Nos permiten acampar
en la zona inhabitada.
Cocino, preparo un hechizo
y musitamos cosas.
Pero toda palabra
relacionada con el fuego
se extingue.
Una coma mal dicha
también deforma el sentido.
Será mejor no decir nada,
comer en penumbras,
aflojar la tierra con el dedo.
8
Me vuelvo con la sensación
de haber dejado de creer.
No es único ni absoluto:
el mar se confunde con cualquier cosa
capaz de romper y expandirse.
***
NOTA BIOGRÁFICA
Paula Giglio (1988, Córdoba, Argentina) ha publicado los libros de poesía Ella, naturaleza (Babel, 2012), En el cuerpo (Del Dock, 2016), Un lugar para mis piernas largas (Caleta Olivia, 2018), La risa loca de los ángeles (Liliputienses, 2018, I Premio Centrifugados de Poesía Joven), Hoy llueve en el mundo (Caleta Olivia, 2019) y el libro de relatos Teoría del equilibrio (Vox/Lux, 2022).
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Disponible: 8,50 euros
Métodos de pago:
Mediante transferencia al número de Ediciones Liliputienses: ES71 0078 0030 8440 0001 2987
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